jueves, 2 de agosto de 2012

Sera Cierto?


Te Extraño!



AmoR SinCerO


Asi me dejas el corazón!


TeRnUrA


No MuY RáPiDo



Gordo y Carton!!


Si te gusto  Compartela

LA SIRENA DEL PUENTE (cuento amazónico)


LA SIRENA DEL PUENTE

Cuentan los antiguos pobladores; entre ellos un abolengo de ochenta y cinco años de edad, no oriundo de esta zona, si no forastero como en la mayoría de aquellos pioneros que llegaron a poblar esta zona llamada ahora Aguaytia.
Sucedió aquella vez, cuando el primer Puente estaba ya a culminaciones de su ejecución; Gilberto salió de pesca aquella noche en luna llena a eso de las once y media dotado de un cordel con un plomo fijado a un gancho (anzuelo), cuando escuchó un sonido lírico carecido de letras, solo se apreciaba un tono muy hermoso y único, nunca se había oído una melodía así, al menos en ningún instrumento conocido en aquellos tiempos; aquel sonido provenía de la banda del río, ¿pero quien se pondría a entonar esa melodía?, si no residía ninguna persona por aquel lugar; era la interrogante que atentaban la mente de este agricultor.
Al amanecer del siguiente día, Gilberto al parecer no era el único que escuchó esa melodía, otros compañeros de trabajo y vecinos suyos estaban murmurando acerca de esa melodía, era la noticia del día en aquella comunidad… Había un personaje llamado Vidal  que podía precisar que era la voz de una mujer, este era uno de los vigilantes de aquella construcción (el Puente Aguaytia), él mencionaba que hace dos semanas atrás veía a una joven arrojándose de una de las zapatas del puente hacia el río, a eso de las siete y media de la noche, ya oscuro en su totalidad en esa área, ella era iluminada por un mechero artesano donde solo acaparaba un metro de radio de luz, Vidal no se acercaba a preguntarle a la joven: por qué ella se bañaba muy tarde, Era además muy peligroso, habían peces muy grandes (aquella vez el Río Aguaytia era abundante en animales acuáticos), nunca se acercó a pesar de la gran curiosidad; él era todo un caballero, sabía respetar la privacidad de aquella muchacha, según él, la resguardaba pero el sueño le vencía hasta  quedarse dormido y no se daba cuenta cuando y a qué hora la joven retornaba, nunca supo quién fue.
-Ahora solo se escucha un canto muy bonito que cautiva, pero no se acerquen al lugar de donde se oye, es el alma en pena de aquella joven, ahora ahogada- fueron las últimas palabras de este ex vigilante, ya estaba de regreso a su natal Cajamarca.
 Gilberto un poco asustado, comenta esto a su mujer, lo de la joven ahogada, pero, nadie en el pueblo mostro cara de preocupación por alguna persona desparecida, mucho menos por una muchacha, ¿quién sería aquella desafortunada que ahora está en pena, quizás será una de las hijas de los nativos que de vez en cuando frecuenta por esa zona, solo a juntar peces varados en la orilla que deja la creciente cada que llueve?, decía la esposa; quien recomendó a Gilberto que ya no salga a pescar, podría ser muy peligroso.
Llegó la noche y la constelación era muy visible, se pronosticaba un buen día para mañana, la luna muy radiante mostraba una membrana de arco iris, iluminaba el puente y a la pequeña comunidad, era una excelente noche para salir de pesca.
 -las doncellas están surcando-, decían los vecinos, nadie se arriesgaba a la cacería, amedrentados por los argumentos de Vidal. Dos San martinences muy avezados, emprendieron rumbo hacia la banda, con una correa en la mano y sobre una canoa o bote hecha por ellos mismos, la cual ellos alquilaban o lo usaban para el fleteo cotidiano en su mayoría, éstos eran vecinos de Gilberto, el cual era invitado hacia la travesía: –sube Gilicho, no nos va hacer nada, a correazos le vamos a agarrar si es que viene… ven ya no tengas miedo, tu vete al medio-
Gilberto inseguro y sobre todo con temor, no se animó acompañarlos, todas maneras su familia tenía algo que comer en casa.
 Aquella noche no se escuchó aquel canto de la joven en pena, ninguno de los pescadores restantes salieron a las orillas por el  gran temor hacia la difunta, la mayoría dotados de familia.
Llegó el siguiente día, y como fue pronosticado resultó siendo un hermoso amanecer, como es de costumbre la gente concurre muy temprano hacia el puerto, a vender y comprar productos de consumo cotidiano, los san martinences tuvieron buena pesca, empezaron a vender la mayoría de su producto y otra parte para su consumo; Gilberto se acercó a preguntarles: – ¿Cómo estuvo todo?- respondieron en coro: -de maravilla gilicho, te has perdido de todo, en la tarde te contamos más, llévate esta doncellita para tu chilcanito…-. Gilberto  muy agradecido y desconcertado a la vez regresó a casa, y comentó a su esposa: -los vecinos han regresado de pescar, y no les ha pasado nada, hoy les voy a acompañar, ellos salen a pescar con red, mientras que yo tengo solo un anzuelo.-
la esposa no mucho que avalaba la actitud de Gilberto respondió: -ellos son selváticos, conocen muy bien el río y esta zona, nosotros recién estamos cuatro
Meses, además ya nos vamos a ir, no hay progreso por acá, juntos hemos venido, juntos tenemos que volver, no quiero que te pase nada...-, pero Gilberto estaba decidido acompañar a este par, sobre todo por la gran curiosidad que le invadía en su interior, de querer conocer a esa alma y su hermoso canto.
Llegado la manta del atardecer, cada uno a sus respectivas chozas después de una larga jornada en la chacra, algunos rozando para sembrar plátano o hacer pastizales, mientras que otros realizaban “minga (*)”, esto era la costumbre en la pequeña localidad, el pan de todos los días en la pequeña localidad de Aguaytía.
 Gilberto se contacta con los vecinos fleteros para la excursión en la noche, y estos aceptan llevarlo pero sin  hacer saber a su mujer, pues se iba renegar con ellos, Gilicho como así lo llamaban dijo:   -ya está todo conversado, no hay problema, además a ella le encanta este pescado, por cierto estaba muy bueno, muchas gracias, cuéntenme, ¿pudieron ver el alma?…-, ellos mostraban un gesto sonriente, se dieron cuenta de algo, del gran interés de Gilicho y sobre todo la gran curiosidad, uno de ello le respondió: -eso que dicen que es alma, no es, es algo mejor, el alma no canta así, nosotros sabemos cómo canta un alma, teníamos una duda pero ahora ya no… ¿tú conoces la sirena, gilicho…?-
-¿una sirena…? creo que eh escuchado hablar a los “inges” acerca de eso, es un pescado con cuerpo de persona creo…- respondió Gilberto.
-si Gilichito, eso es,  como te has escuchado así igualito es, allá en mi tierra habitaban más antes, pero ya se han desparecido, creo que las crecientes se los lleva, o se irán pero no sé a dónde, esos son como personas y no se dejan ver así no más, tienes que regalarles alguna prenda tuya para que te dejen pescar, o si no ellos te hacen ahogar y destruyen tu bote, anda trae una blusa de tu mujer, para que le regales, pero no tiene que darse cuenta, va a creer que le vas a dar a tu otra cholita, jajajaja…- le dijo el otro.
Entonces Gilberto hizo caso y se fue tras la blusa de su esposa lo cogió sin que ella se diera cuenta, embolsó su porción de cancha tostada y se despidió muy apresuradamente dirigiéndose hacia el puerto en donde estaban esperándolo, la mujer se mantuvo en vela por su marido, no podía hacer nada, cuando se le metía una idea a Gilberto nadie lo hacía cambiar de parecer.
Llegó las diez y media de la noche y zarparon provistos con una red, un machete y un par de costales, mientras Gilberto con su cancha en mano y sentado al medio por seguridad, recibió una última recomendación: -cuando escuches el canto no le tomes importancia, y si se aparece no le mires, piensa en otra cosa, ella te va a distraer, para que te ahogues, ese rato arrójale la blusa que estas llevando, nosotros ayer nos hemos salvado de milagro, no estábamos seguro que era una sirena, por eso no habíamos llevado una prenda de mujer, pero ahora tu si tienes una, eso le vas a dar para que se distraiga, cuando la sirena sale del río a tomar un poco de aire los pescados se varan en la orilla parece que ella tiene un imán y los pejes le siguen, ese rato aprovechamos en juntar todo lo que podemos, mientras ella toma aire se pone a cantar, nadie se explica a qué se debe ese canto, estará buscando a su marido seguro jajaja...- fueron las últimas palabras mientras llegaban a la orilla de la banda, fijaron el bote y se escondieron entre un cañabraval, estuvieron a la espera a que la sirena salga a la superficie, todos tenían los ojos puestos en la parte inferior de la zapata, sin parpadeo alguno, era emocionante esa situación, sobre todo para Gilberto, quien abrazaba la blusa de su esposa muy fuertemente, temía que podría salir algo malo, ya que las palabras de uno de los san martinences no era muy alentador, la idea era volver sano y salvo, para él no importaba si volviese con algún pez, lo importante era su vida. Comenzó a agitarse el agua, se formaba como una especie de remolino leve, se podía apreciar todo ya que la luna se encargaba de la iluminación, los peces empezaban a vararse en la orilla, y daban salto pero no con el fin de retornar al río si no, de seguir avanzando.
-¡apresúrense en juntar los pescados¡ antes que salga la sirena,- dijo uno de ellos, salieron de su refugio y fueron a la caza, más que una caza era una re colectación de pez a granel, pero Gilberto no salía todavía, se quedó invadido de temor, nunca vio las maravillas y encantos de la selva, estaba atónito.
-! Gilicho, ven juntar tu pescado antes que salga la sirena, además tú tienes la blusa, ven dame la mano ¡
Éste  nada que respondía, en vista de esa actitud, retornaron muy presuroso hacia el bote antes que suceda una desgracia, le quitaron la blusa y la tiraron en la orilla, lo tomaron de la mano y zarparon juntos a toda velocidad, mientras se alejaban se escuchaba un canto muy delicioso, cuyo canto volvía en sí a Gilberto, le estaba haciendo reaccionar, nadie volteó a mirar solo siguieron su dirección, era la sirena.  El par como que estaba en desacuerdo con él, por esa reacción, pero eran muy buena gente y decidieron compartir la cosecha pesquera, no era mucho pero ya salía para el sustento del día; ataron el bote y cada uno retornó a sus hogares. Sin mencionar palabra alguna, Gilberto dejó la bolsa con unos cuantos peces en la mesa, se cambió y se recostó, la mujer no hizo pregunta, sería lo mejor, pero notaba mucha diferencia en su marido.
Llegó el amanecer, y también la rutina, seguían los murmureos acerca de ese canto, nadie confirmaba que era una sirena,  todos tenían bien en claro que era el alma en pena de aquella muchacha hija de un nativo, solo lo sabían aquellos tres aventureros (los dos san martinences y Gilberto).

martes, 31 de julio de 2012

EN LO PROFUNDO DEL RÍO (cuento amazónico)


EN LO PROFUNDO DEL RÍO
En coherencia  con el amanecer del día como es de costumbre, el agricultor se despoja de las frazadas, enjuaga su rostro, atiza la leña y para la olla; a la vez suministra los alimentos  a sus animales, interrumpe el dormitar  a los hijos; pues  tienen que ir a la escuela, si por ellos fuera se quedarían más tiempo en cama, (Quién no quiso dormir: “un par de minutitos maaas…”).
Soy el mayor de tres enanos, me toca el trabajo de cuidarlos y ayudar con  sus tareas por las tardes; no es nada del otro mundo, ya que terminé  la segundaria pero no continúo mi nivel superior. Acompaño a mi padre a la chacra, le ayudo en lo que puedo; hay momentos en que se requiere de más personal para cosechar la producción. En su mayoría hacemos el trabajo los dos, como él dice: hay que ahorrar en personal y nos va a sobrar más ganancia… Es más trabajo para nosotros pero después hay buena recompensa. Tiene razón, es cierto, mientras estamos enteros le damos duro; esto va a servir para pagar mis estudios.
La chacra se encuentra a unos quince metros de la ribera del río  Aguaytia, ahí cultivamos plátano; hay momentos en que el agua rebalsa y afecta la agricultura de manera leve o grave, pende mucho a las precipitaciones pluviales. La semana pasada inundó el sembrío y nos tocó levantar los plantones caídos para rescatar la fruta y no se pierda; ya que afecta también a nosotros. Ese mismo día en la rivera; mientras cortaba caña brava para la fijación de los troncos, escuchaba unos golpes en el agua de manera continua, no le daba importancia pues sería una de esas cañas que se desplomó hacia el río, estando en un vaivén arrastrado por la corriente turbulenta del Aguaytia, ya que la raíz aún estaba fijada en la tierra. Pasado tres acarreos de caña brava, asomé la mirada hacia el sonido, porque se escuchaba con más intensidad, me invadió la curiosidad como a cualquier persona, me di con la sorpresa que no era un carrizo; es más no había nada que golpeara el agua, asustado retrocedí y tirando el machete salí corriendo, pensé muchas cosas: un lagarto, una serpiente grande, etc. Le comente a mi padre pero no me dio mucha importancia, estaba concentrado en lo suyo, no tenía tiempo para sonidos y animales.
Ya casi daban las tres de la tarde y el agua estaba mermando, mientras que el machete estaba a mi espera, tomé agua y retorne al lugar de donde extraía las cañas; todo estaba tranquillo no se escuchaba ningún golpe, tomé la herramienta de trabajo sin bajar la mirada de la orilla. Continué cortando más caña y una voz femenina muy sutil me dijo:-no destruyas esas plantas- Mire izquierda a derecha, y continué sin hacer caso a esa voz, no me sorprendió mucho; hasta que empezó a sonar el golpe en el agua y otra vez la misma voz con la misma palabra, me asomé a la orilla del turbio río y vi un animal en el agua de una tez  a colorado (rosa), que se deslizaba como un  delfín incluso parecía a uno de ellos; era un enorme pez, el más grande y nunca antes visto en toda mi vida; se trataba de un Bufeo colorado, quedé maravillado y a la vez muy asustado (Pero la vos de quien era), me preguntaba, el gran pez de un salto se desvaneció en las turbias y caudalosas aguas, ese hermoso pez era el causante de aquel sonido, volví en mi padre para contarle lo observado; no era novedad para él, ya había visto muchos de ellos:-ellos aparecen cada que crece el río, anda trae más caña brava ya falta poco para terminar…- me dijo. Le pregunté si había pasado una mujer por acá, respondió que sí, era el vecino llegando del pueblo trayendo sus víveres. Más sereno y sin temor me acerque por última vez a la orilla para seguir cortando cañas y a la ves apreciar al pez, éste ya no estaba pero tampoco soltaba los ojos del río por si él o ella volviera a aparecer. Ya listo el atado de carrizo y puesto sobre mi hombro con machete en mano, emprendí retorno hacia mi padre, pero la voz volvió a escucharse pero con una frase más: -no destruyas esas plantas; no seas causante de tu destrucción- con exactitud me di cuenta de que provenía del río y otra vez el golpe al agua, soltando las cañas y muy apresurado me dirigí hacia la orilla, pero me resbalé y caí en el río, no me dio tiempo ni para sujetarme de alguna rama, la situación era desesperante, el pantalón grueso y las botas no me dejaban salir a flote, peor aún, la corriente acuática me envolvía y me arrastraba a un ritmo presuroso, a la vez era golpeado por algunos troncos que seguían mi rumbo. En mis insistencias por salir a respirar apenas pude ver el lomo de aquel pez que se dirigía hacia mí, me sometí a la inmersión forzosa ya que me quedaba sin fuerzas, todo era en vano; suponía que el pez se acercaba para servirle de alimento, sumergido ya casi a un metro adentro cerré los ojos y entregué mi destino al río.
-Bautro, Bautro… levanta ya; levanta levanta, es muy temprano para dormir- eran las palabras que escuchaba mientras habría los ojos, con un gran susto me puse de pié; me auto examiné, todo  estaba normal, mi traje seco como si no hubiese pasado nada, estaba atónito, muy sorprendido, la última vez que respiré fue un litro de agua. Mi papá cargando el atado de caña se retiraba argumentando palabras que casi ni le entendía, solo era murmuro para mí, ni yo entendía como llegué al principio, antes de que me fuera a dar con el río, me senté y mirando el caudal, me preguntaba:-¿pero en qué momento me quedé dormido, fue real, un sueño? La cabeza estaba estallando por la situación ilógica. -No tengas miedo, si fue real lo que ocurrió hace un rato, por mi culpa te fuiste a dar con el río; pero ya estás mejor, me siento más tranquila, no me lo hubiera perdonado si te hubiese pasado algo.- se escuchó aquellas palabras femeninas de la misma voz y apareció aquel pez que con anterioridad había visto, se dejó mostrar de una manera impredecible  que caí en susto hasta retornar al cultivo; si le contaba a mi padre, este no me lo creería o no tendría el tiempo para atenderme, regresé solo y sin miedo; el pez seguía allí. -sabía que ibas a volver- me dijo, y sonrió. – ¿Cómo es que puedes hablar, o es otro sueño mío?  - le pregunté. –solo aquellos que nacieron en este mes y esta luna, pueden entendernos, ven sígueme quiero mostrarte algo- me dijo.
-Pero a donde me vas a llevar, tu eres un pez y yo una persona, tú vives en el río y yo en la tierra, tenemos diferencias…- le dije.
-solo arrójate al río, no te va a pasar nada, ya te salvé una vez, confía en mí…-
-está bien, le dije. Me despojé de las botas y me lancé en un estilo clavado hacia el turbio caudal, sin dudarlo, muy confiado y sobre todo sin temor por supuesto.
Una vez más la corriente me jalaba pero ya no estaba preocupado. –Buza todo lo que puedas y cuando te falte el aire solo abre los ojos, vamos a dirigirnos a lo profundo del río Aguaytia…-escuché; Le hice caso, empecé a sumergirme, la respiración me hacía falta, el agua era turbia como ha de abrir los ojos pues se llenarían de lodo y entre en desesperación una vez más, estaba unos cinco metros inmersos a mí parecer, abrí los ojos y me di con la sorpresa que el agua era clara y más tranquila, pero aún me seguía faltando la respiración; al instante se acerca el pez y me dio un beso, me lleno de oxígeno y pude continuar sumergiéndome, observaba la parte superior y había una cúpula de aguas turbias dirigiéndose a un solo sentido, ya pasado por lo menos treinta metros de profundidad a mi parecer, se apreciaba en la parte inferior una especie de esfera; el pez me decía: -ese es el lugar al que tenemos que llegar, ya falta poco para que se cierre, apresúrate…-
No podía decir palabra alguna de todas maneras ingresaba el  agua por mí boca, ella iba suministrándome oxígeno  con ese tipo de acto, me avergonzaba por ratos;  bueno se entendía que ella lo hacía para no dejarme morir ahogado y así íbamos acercándonos más hacia la esfera. Estaba nadando muy lento, no me deslizaba como ella; con su rostro de preocupación me dijo: -sujétate de mí ya me queda poco tiempo... -  la abrasé lo más fuerte que pude y sentí una velocidad extraordinaria, me daba cuenta de algo,  su cuerpo comenzaba a envejecer y su velocidad era cada vez más lento. -¿Qué te está pasando, por qué ese cambio físico…? Murmuraba entre mí, Ella me entendía telepáticamente.
-es  que si no regreso a la Kassa antes de las seis de la tarde mi envejecimiento se hace muy acelerado, no temas pero, ya estamos llegando…- su voz cambió también era ya una anciana muy cansada. Hasta que ya habíamos llegado al lugar “Kassa” que así le llamaba; pero me di cuenta que ella no podía continuar más y el camino era aún largo, estaba muy agotada porque me tubo que cargar literalmente en todo el camino; también observé que el río turbio que cubría como manta al lugar donde nos encontrábamos, estaba invadiendo y se mesclaba el claro con el turbio, donde predominaba el turbio por supuesto. –Sigue la plataforma hasta la puerta, toca veintidós veces y responde con la palabra Jennka; ese es mi nombre, ya no puedo continuar…-  se hacía cada vez más anciana; hasta que dio un último suspiro. No podía dejarla en la entrada tuve que cargarla como pude, además no sabía que más hacer al llegar a la puerta, y como regresar a mi casa,  más me preocupaba su estado.
El río turbio se acercaba muy rápido, podía correr en esa plataforma y a la vez nadar como un pez yo optaba por  lo que más podía hacer, correr. Toqué la puerta veintidós veces y una voz sonó: -¿tu amabilidad?- A lo que respondí  –Jennka.- La puerta se abrió pero solo se podía entrar de forma horizontal, estilo un pez, ella entro primero y sin perder mucho tiempo yo también ingresé.
Se escuchó un estruendo como de un rayo algo que golpeaba la puerta, era el agua turbia que sometía contra ella, ya había invadido toda la parte clara, entramos justo a tiempo, estábamos protegidos por una cúpula de cristal. –Bienvenido a Kassa-. Otra vez la voz sutil, pero ya no de un pez, sino de una joven casi de mi edad. Me quedé más sorprendido que nunca, me tomó de la mano y me llevo a una especie de ciudad con bastante vegetación, todos eran personas, no había peces. – ¿Y dime Jennka, que es este lugar tan hermoso, como es que existe, no puedo creerlo, y estas personas como llegaron, resultó que no eras un pez?- había muchas preguntas por preguntar.
-Esto mi querido Bautro es una especie de reserva, libre de contaminación y destrucción.
-es el paraíso- interrumpí.
-no, no es el paraíso mi querido Bautro es un área de conservación, donde árboles y animales que    de repente nunca has conocido, se encuentran aquí, tal vez tus abuelos o incluso tus papás también no conozcan algunos de estos, tu padre conoce muchos árboles que ya están extinguiéndose, plantas que alguna vez eran abundantes en nuestra zona; ellos daban el color y la vida a nuestra región, ahora solo se ve grandes vacíos, hectáreas destruidas  solo para el beneficio económico, sólo se dedican a la destrucción mas no a la reconstrucción, ¿te acuerdas que te pedí que no destruyeras a las cañas?.
-si me acuerdo; también me dijiste que yo solo me estoy destruyendo o algo así…- repliqué.
-sí, es así mi querido Bautro, el hombre mismo busca su propio castigo, de la Madre Naturaleza, y ella como una buena madre sabe corregir a sus hijos, pero no hacemos caso, tú al cortar el carrizo de la ribera del río estás permitiendo que el agua entre a tus cultivos, creas un vacío, cuando en realidad deberías sembrar grandes árboles en la ribera para que contengan al menos un poco la intensidad del río; y no afecte de una manera grave tus sembríos, así ocurre con los deslizamientos en los cerros, pues los árboles sirven como una maya de retención de la tierra, a través de sus raíces, mucha gente tala árboles, esto genera deslizamientos y aluviones, y ese lodo se combina con el río entonces los peces se asfixian y mueren aunque suena irónico, ahogados, ya no encontramos muchos peces en el río, no hay animales en los montes, quizás tus nietos no van a disfrutar de los sabores que tus padres te dieron de probar alguna vez, suena muy triste, así es esta realidad, por eso existe este lugar, conservando lo poco que hay para que nunca las especies vegetales y animales se extinga, pero ya el problema está demasiado grande no solo en nuestra zona, también en otras regiones de este país, nosotros somos un remanente comisionado en esta región, que se encarga de mantener en vigencia todo animal y vegetación; mientras en otras regiones está la comisión del cuidado del aire y los mares, ellos tienen el trabajo de luchar contra la Contaminación, nosotros somos privilegiados de mantener instancia en esta región, tanto para el que nació como el que migró; Pues la Contaminación no ha tomado el control; la Madre Naturaleza está en constante renovación, con la poca vegetación y  pocos animales. Existe un equilibrio aún…- dijo.
-¿cómo es eso de renovación y equilibrio?- le pregunté.
-cada animal y cada vegetación tiene una función específica, hay animales que se encargan en la limpieza de los suelos ya sean animales aéreos o terrestres, su trabajo es específicamente en la limpieza del bosque y las riberas de los ríos. Otros animales se encargan de convertirse en alimentos para nuestro consumo y satisfacer nuestra hambre; así como hay vegetales para fines medicinales y alimenticios, como te repito cada uno tiene una función específica, son miles de especies, cada uno un propósito. Mientras los árboles se encargan de dar cobijo a los animales y a la vez alimentarlos, pero si se acaban estos seres quienes van a hacer esas  funciones; el hombre tiene sus propias obligaciones, está ocupado en lo suyo…-


 "EL HOMBRE CREA SUS PROPIOS PROBLEMAS"

 

YA NO MÁS (Cuento Amazonico)


YA NO MÁS



Se fueron en grupo de tres por hectáreas; así estaban designados; “los tigrillos,” así se llamaba la cuadrilla encabezado por Rafael un hombre dedicado a la extracción de madera, ya sea de manera particular o a través de empresas taladoras, en este caso él fue contratado por la empresa “DESTROFORE”, esta empresa se encarga en deforestar la selva peruana con el fin de crear inmensos terrenos para la siembra de plantas alternativas tales como el cacao, café, piña y plátanos; dependiendo el terreno adaptable a dichos productos agrícolas, esa se realiza sin importar la devastación de la fauna silvestre. Todas las cuadrillas tenían una tarea por día y tenían que cumplirla, sino, no era justificado su salario, a veces salía beneficioso el día ya que no había muchos árboles que derribar, solo palizadas, para que después otra cuadrilla entrara a la quema de todo lo derribado. Otros días en cambio el terreno era habitado por grandes y gruesos troncos de árboles, donde estos servían como hogar para las aves, algunos insectos y animales terrestres en general, una vez derribados también servían para el beneficio de esta empresa, lo vendían cubicadamente.
Como todo trabajo que se puede conocer siempre está dotado de un riesgo, en este caso de la tala, el riesgo para el personal es muy alto, pues te estas dirigiendo a un lugar que nunca el ser humano ha pisado, tal vez algún indígena de la zona; pero quien sabe, en aquel lugar estás expuesto a: toxinas, algún animal feroz y hambriento, el clima, o también a quedar golpeado por alguna rama que se desprende al momento en que se derriba un árbol, caso que sucedió con Rafael, mientras que su motosierra quedó atascado en el grueso tronco, no se percató que este tenía una especie de enredaderas que unían algunas ramas de otros árboles aledaños; al momento que caía este árbol trajo consigo una multitud de ramas muy gruesas, dejando a Rafael sin lugar alguno donde correr, sucedió tan rápido que solo se acuerda que sintió un fuerte golpe en la nuca, nunca le había pasado esto, considerado una de los mejores en la empresa, terminó siendo el más descuidado, ahora está en casa recostado, la empresa no quería reconocer los gastos al principio, nadie tenía seguro social, solo seguro mortal, tras un largo proceso judicial se pudo hacer que la empresa se encargue del cuidado global de sus necesidades medicinales.
Pasaron cuatro meses y dice que ya no piensa retornar a ese monte, también ya habían vendido todas sus herramientas de trabajo, para cubrir algunos gastos cotidianos, su mujer se puso a trabajar lavando ropa, sus hijos son pequeños aún, están en la escuela, el mayor dejó de estudiar por estar al cuidado de su papá. 
los hermanos de Rafa como le llaman, le visitan de vez en cuando, todos viven en la chacra, dedicados a sus sembríos y a sus animales, cada fin de semana salen a su visita trayendo algún animal de monte como un “picuro, majas, un armadillo ó carachupa” o también le traen una gallina y le cocinan el caldo que tanto le gusta, Rafael está feliz y muy agradecido a la vida, es su segunda oportunidad, ahora solo cuenta anécdotas acerca de lo vivido en ese mundo de la tala de árboles y la extracción de madera, cuenta que una vez a su amigo le golpeó un horcón en la mano, dejándole tres dedos sin uñas, esto sucedió mientras las acomodaban en la orilla del río; también ocurría que cuando se internaban en lo profundo del monte (selva virgen), se observaba reptiles muy grandes; tales como serpientes, motelos, ranas, etc... Y cuando se iban de pesca, ellos podían atrapar algunos sin necesidad de red o anzuelos, era tanto la abundancia que se daban el lujo de seleccionar el más grande y pesado, pero ahora todo quedó en su pequeña historia, son momentos que ya no se van a repetir, por la gran secuela que  le dejó esta rama, no puede mover sus piernas, pero si puede dibujar una sonrisa en su desteñido rostro.